miércoles, 25 de agosto de 2010

GRINDHOUSE PARTY III; EL REGRESO

Saludos, mis cinéfagos insaciables! ¿Pensaban que los había abandonado? ¿Estaban ya anoréxicos de emociones fuertes? Pues bien, lo prometido es deuda y, como lo había adelantado en la última emisión de la Grindhouse Party II, volveré a la carga en septiembre, pero esta vez al frente de un cargamento más denso, áspero y difícil de digerir; un auténtico desafío a los sentidos que activará nuestro lado más oscuro. A partir del próximo miércoles 1ro y durante todos los miércoles de septiembre estaré presentando una cuidada selección de lo que son, a mi criterio, algunos de los films más oscuros y enervantes de la cinematografía independiente, apuntando éstos a historias y personajes que desnudan los recovecos más turbios e intrincados de la psiquis humana. Pues bien, sin más, la invitación está abierta. Sólo resta valor para afrontarla y atenernos a mirar en el espejo de nuestros peores miedos y pesadillas. Allí los espero!



Melonio (Montevideo 175) - 21 hs.
Entrada: 10 c/ consumición
Charla y mesa de souvenirs perversos, a cargo de los editores del mítico hatezine Bodybag.

jueves, 5 de agosto de 2010

Hypnotic Eye - Snuff Films: El Séptimo Arte de la Crueldad (Segunda Parte)



Los años setenta fueron la década de oro para la cinematografía de explotación. La industria se agitaba con una rabia inusitada, invadiendo las salas con títulos de toda calidad y especie.

El porno se imponía mostrando certificado de legalidad y no podía quedar detrás en el próspero negocio; los gustos de la audiencia eran ahora de lo más variado y retorcido, había que complacer el apetito cinéfago con todo tipo de deformidades y perversiones ópticas. Directores y productores en el negocio del X comenzaron a escarbar en el submundo de las tendencias sexuales más extremas y bizarras, intentando satisfacer, sin defraudar, las calenturientas fantasías de un público fiel, pero insaciable.

La calle 42 de New York se transformó en el paraíso de los voyeurs y onanistas cinéfilos. Fue entonces, en medio de aquella fiebre, que comenzó a crecer con inusitada fuerza el rumor de la existencia de las malditas snuff movies. La comunidad cinematográfica de explotación proclamaba desesperadamente por una. Para tirar más leña al fuego, el New York Times afirmaba en un artículo que un film de estas características había entrado a Estados Unidos desde Sudamérica. La noticia movilizó aún más el interés de los distribuidores, y en especial de un tal Alan Shackelton, director de la distribuidora Monarch Releasing, quien aprovechó para hacerse con los derechos de una oscura película filmada en Argentina para el mercado de explotación norteamericano, titulada “Slaughter”, dirigida por un tal Michael Findlay, conocido director de sexplotaition, y producida por su esposa, Roberta. Findlay había intervenido como asistente, productor y director en infames títulos del género terrorífico, tales como “Invasion of The Blood Farmers”, y dirigiendo la tristemente célebre “Shriek of the Mutilated” (1974).

El origen de la cinta es tan oscuro y sospechoso como lo sería la carrera cinematográfica del matrimonio Findlay. La espesa nebulosa de confusos datos que rodean la producción del film apunta a que fue rodado en Argentina como parte de un pack de sexplotaitions que los Findlay habían pensado filmar en escenarios sudamericanos, donde encontrarían flamante materia prima para llevar a cabo sus rancios propósitos. La locación finalmente elegida donde se filmaría gran parte de una de las películas más infames y embusteras de la historia cinematográfica, sería una isla del Tigre (¡?). Décadas después de su realización, cuando el film ya había traspasado la delgada barrera que separa a un ignoto y olvidado bodrio, transformándolo en objeto “de culto”, algún memorioso periodista, meticuloso recopilador de pecados y miserias del ambiente cinematográfico vernáculo, osó preguntarle a algunos de los actores y actrices involucrados en aquella oscura producción si recordaban pormenores de su participación en la misma. Inmediatamente, una amnesia repentina se apoderó de sus mentes. Aunque es también muy probable que nunca supieran en qué terminó “aquella película que unos norteamericanos vinieron a filmar a la Argentina…”, sobre todo teniendo en cuenta que los Findlay adicionaron metraje a “Slaughter” antes de su estreno, para ser retitulada “Snuff”.
El argumento es acorde al furor post Manson, del que ya se venía apropiando la industria cinematográfica: una pareja de una actriz y un director de películas eróticas deciden viajar a Sudamérica a filmar su nueva producción. Una vez instalados en la locación, son sorprendidos y acosados por un culto satánico de pandilleros que transforma la inicial jornada de filmación en una carnicería homicida. La ineptitud y las desprolijidades en el manejo de las cámaras, fallidos encuadres, errores de secuencia y de continuidad y un desfasado sonido en directo, se convirtieron en puntos a favor a la hora de sembrar la duda en la audiencia sobre el origen clandestino de la cinta y acerca de su veracidad como auténtico snuff. La escena crucial y final, donde ultiman y mutilan a la joven víctima frente a las cámaras se verá aún más dramática y angustiante cuando la proyección se corta repentinamente, dando el efecto de correr la cinta por el proyector, a punto de terminar. Este abrupto final, coronado por la falta de créditos, ayuda a acentuar que se trata de una filmación clandestina.
Al momento de ser estrenada Snuff se convirtió en un éxito inmediato, producto de encendidas polémicas y rumores, lo cual confirmaba que se había logrado el objetivo deseado: convencer, tras una hábil maniobra publicitaria, que se acababa de estrenar un auténtico snuff film. Desde el afiche promocional, esas intenciones quedaban más que claras: “La película que sólo pudo ser hecha en Sudamérica… donde la vida es barata”, advertía el póster, hoy objeto preciado por coleccionistas de todo el mundo. Durante las primeras semanas de exhibición en New York Snuff recaudó más que Atrapado sin Salida.

Aún así, las mieles del éxito no volverían a ser degustadas por el matrimonio Findlay durante el curso de su despareja carrera. Snuff se llevaría los laureles, sin posibilidad de retorno. El destino, en una suerte de macabra paradoja, pondría al desafortunado Michael Findlay como protagonista de un horrendo y cinematográfico final; estando en la azotea del edificio de Panam, mientras probaba las virtudes de una cámara 3D, junto a un helicóptero en funcionamiento, es decapitado (¡?). Vale mencionar que el director había sido asistente en este tipo de efecto en el film Flesh for Frankenstein, algo menos riesgoso, si se puede considerar eso de trabajar con Andy Warhol. Roberta Findlay no pudo filmar la espectacular despedida gore de su marido, así que decidió seguir adelante sola en la industria cinematográfica poniendo el cuerpo (literalmente). Comenzó a actuar como actriz porno, para luego pasar a la dirección. En 1988 volvería al género terrorífico con un tibio film gore, titulado “Prime Evil”. A pesar del fraude que significó Snuff, la cinta sigue ocupando el privilegiado podio de haber sido la pionera en esta suerte de improbable e incombustible mito o leyenda urbana cinematográfica que son los snuff films. En este sentido, hay quienes no opinan lo mismo, y otorgan el liderazgo de haber sido la primera en haber tocado el tema del snuff a un oscuro film de un ignoto director, llamado Roger Michael Watkins, sugestivamente titulada “The Cuck Koo Clocks of Hell”, si bien fue conocida en los circuitos grindhouse como “The Last House on Dead End Street”.

Por esos caprichos comerciales, en los que nada juega a favor del talento artístico, la película fue estrenada un año después que Snuff, aunque en realidad fue rodada varios años antes, entre 1972 y 1973. Problemas de distribución y trabas legales llevaron a retrasar su estreno hasta 1977. El cambio de título también tuvo que ver con una jugarreta comercial, para que fuera relacionado como explotación de un clásico seminal del horror de los 70’s, The las House on The Left (1972, Wes Craven). La película tampoco se salvó de un severo recorte en su metraje original; de 175 minutos se la llevó a los 77 de la versión comercialmente conocida. En pocas palabras, un film mal parido desde su génesis, pero imposible de obviar en el marco de las supuestas snuff movies, por ése aura maldita, negada e inclemente que la rodea. Poco se sabe de su director, Roger Michael Watkins. Antes de estigmatizarse con su primer largometraje, tenía algunos interesantes cortos y mediometrajes de ensayo en su haber. Según él mismo comentaría, la idea de realizar The Last House of Dead End Stret se la dio al director Nicholas Ray (Rebelde sin Causa) al comentarle su parecido con Charles Manson, cuyos asesinatos estaban en la cresta de la ola por aquel entonces. Watkins no sólo toma las riendas de la dirección, sino que actúa en el papel protagónico. Para ambos roles toma seudónimos, Victor Janos en el primero y Steven Morrison en el rol del desquisiado Terry Hawkins. La historia nos introduce en la vida de un resentido ex presidiario que acaba de cumplir su condena por cuestión de drogas y es puesto en libertad. Trabaja a desgano como empleado en una distribuidora cinematográfica, donde está harto de la rutina y del maltrato que recibe. Tiene un gran plan entre manos, con el que piensa cambiar su perdedora existencia y hacer temblar a la industria cinematográfica. Para concretar el ambicioso proyecto, se une a un amigo, que se dedica al porno de bajo presupuesto y lo convence de que esto será el Ciudadano Kane de las películas explícitas. Para tal fin, contratarán a dos prostitutas, asesinando a una de ellas frente a las cámaras. El grupo irá por más y se relacionará con un pervertido director y productor del ambiente del porno, junto a su esposa y amigos (cualquier semejanza con Polanski, Tate y su entorno no es pura coincidencia), a quienes le muestran el flamante piloto que acaban de realizar. Esos halagan la calidad del realismo de las imágenes, pero se burlan del desquisiado director cuando les confiesa que todo lo que allí se ve es real. Lo que vendrá luego es una descontrolada carnicería frente a las cámaras. Los promiscuos magnates cinematográficos serán sometidos a diferentes tipos de torturas y vejaciones, para ser brutalmente asesinados durante la filmación. Podríamos decir que The Last House of Dead End Street es la típica película setentera con look amateur de un director principiante. Pero también es válido aclarar que, en ocasiones, ya sea fruto de la casualidad o de ese mágico instinto autodidacta que suelen generar las óperas primas, la película maneja unos logrados cambios de clima, con imágenes de una enfermiza y sórdida melancolía, cierto aire experimental pesadillesco, inserts documentales y una angustiante banda sonora. Sin olvidarnos, por supuesto, del gore más explícito con el que se remata el film.

La película no logró superar el desmedido autobombo con que sus productores la promocionaron: “Más horripilante que Viernes 13 y Halloween juntas!”, “Hace que Texas Chainsaw Massacre se vea como Chucky!”, “Film de Culto”, entre otras exageraciones que no llegaron a convencer al escaso público que pudo verla por casualidad en algún doble programa, compartiendo cartel con engendros de la talla de “The Manson Massacre”. Watkins no quedó para nada satisfecho con el tratamiento que la película tuvo, sobre todo en lo referente al brutal recorte de su metraje original. Hasta pasados varios años no reconoció ser el autor y responsable de un film que, de olvidado y maldito, terminó finalmente siendo una preciada rareza entre fans y especialistas del horror. Por años Last House of Dead End Street se había transformado en “la película que casi nadie pudo ver”, pero gracias a varias compañías de video independiente este estigma fue revertido. El director continuó su carrera dirigiendo productos inclinados a lo erótico o porno, bajo diferentes seudónimos: Richard Mahler, Roger Watkins o Ray Hicks. Aún así, su filmografía continuó siendo tan oscura como en sus comienzos. En marzo del 2007 murió, dejando como legado el haber sido el creador de una de las películas pioneras del cinema veritè más sucio y enfermizo.

El furor por los snuff films se fue diluyendo, poco a poco, con la década del 70’. La industria pornográfica ampliaba su catálogo y dedicaba más producciones especializadas para los amantes del sexo bizarro y hardcore. Pero no pasó mucho más tiempo hasta que un fenómeno social, como fue el de los serial killers, hiciera su aparición y, con él, se renovaran los rumores de reaparición de los snuff films. Esta vez, el asunto no parecía oler a leyenda urbana; Se trataba de una especie de depredadores humanos que hacían realidad hasta las fantasías más aberrantes, habiendo adoptado, entre sus más variadas prácticas, la filmación de las mismas como complemento de sus inclinaciones vouyeristas y fetichistas. En 1960, una década antes de que se empezara a hablar de films snuff, fue estrenada una interesante película que hurgaba en las retorcidas fantasías de un psicópata; se titulaba Pepping Tom, de Michael Powell.

Cuenta la historia de un obsesivo y sádico vouyerista que filma a sus víctimas en el paroxismo del terror, para luego ser apuñaladas con el letal trípode de su cámara. Es muy probable que la figura de Harvey Murray Glatmann haya servido de inspiración al director para esta película. Desde su adolescencia, Glatmann fue un adicto a tendencias sexuales y prácticas retorcidas. Su forma de masturbación favorita era la acompañada de auto asfixia; seguirá ejercitando sus obsesivas fantasías de bondage, sadismo y estrangulación hasta la edad de 29 años, cuando decide hacer realidad sus depravados sueños. Simulando ser fotógrafo profesional, audicionaba modelos principiantes en su improvisado estudio fotográfico. Una vez allí, les pedía que posaran en ropa interior y en actitud insinuante, ya que el material sería usado en revistas pulp de terror y detectivescas, muy de moda a finales de los 50’s. En las producciones nunca faltaban cadenas, sogas o esposas, para dar el toque de sumisión que excitaba a Glatmann. Su aspecto de nerd le ayudaba a ganar la confianza de las jóvenes, que accedían a sus estrafalarios pedidos. Una vez que lograba ganar su confianza, las violaba a punta de pistola, mientras las fotografiaba aterrorizadas, para luego terminar ahorcándolas con alguna prenda y tiraba sus cuerpos al desierto.
 
Siguiendo este método, asesinó a tres mujeres. Cuando planeaba engrosar su álbum fotográfico con una cuarta víctima, ésta sorprendió a Glatmann siendo más ágil y más fuerte que las demás, pudiendo así escapar y dar parte a la policía. El fotógrafo sádico fue apresado en noviembre de 1958, juzgado y sentenciado a muerte, a lo que simplemente acotó: “Es mejor de esta manera”. Harvey Murray Glatmann no puede ser considerado un brillante y prolífico serial killer, pero sí un auténtico visionario y pionero en el arte del snuff, en este caso, fotográfico.
Una auténtica leyenda en el salón de la fama de los asesinos en serie es David Berkowitz, más conocido como “El Hijo de Sam” quien, entre julio de 1976 y 1977, durante 12 meses, sembró el pánico en la ciudad de New York, fusilando a mansalva con un revólver calibre 44 a parejas y ocasionales paseantes que transitaban por la zona del Central Park. Tras su detención, confesaría que cometía sus crímenes por orden del demonio, que se comunicaba a través de los ladridos del perro de su vecino, de nombre Sam. Al tiempo de ser encarcelado, comenzó a correr el rumor de que existirían filmaciones de sus crímenes y que estas cintas circulaban dentro de la Iglesia de Satán.

Algunos afirmarían, sin margen de duda, que la filmación del asesinato de Stacey Moskowitz, en 1977, en Brooklin, fue realizada por Berkowitz, con el objeto de vendérsela a un tal Roy Radin, empresario de Long Island, coleccionista de cine porno, al que le faltaba una snuff en su enorme catálogo. Se habla de diez copias de este asesinato, pero nunca apareció ninguna.
Pero si hubo un psycho killer que se ha pavoneado con el asunto de las conspiraciones satánicas y la mafia del snuff, ése es Henry Lee Lucas. Tuerto, bisexual y sádico, había asesinado a su madre en 1960. Tras pasar 10 años en la cárcel, sale en libertad y se convierte en vagabundo. Así conoce a quien sería su compinche en las sangrientas tropelías que iniciarían entre 1979 y 1982. Ottis Tool, drogadicto, alcóholico e imbécil, desde 1974 se dedicaba a asesinar y a violar hombres y mujeres de forma irracional e impune. Lo que se dice, el uno para el otro; la pareja ideal. Ambos recorren las carreteras de USA, asesinando a mansalva. Tool lo inicia en el canibalismo y en la necrofilia. Según cuenta Lucas al tiempo de ser detenido, Ottis lo llevó hasta Miami para conocer a un tal Don Meteric, uno de los líderes de la secta satánica “La Mano de La Muerte”. A partir de ese momento, cometen todos sus asesinatos al servicio de esta sociedad secreta, que practica la brujería, la antropofagia, el tráfico de niños, armas, drogas y realiza snuff movies. Tras su arresto, Lucas confiesa haber matado a más de 300 personas. A las autoridades les queda claro que la sanguinaria dupla Lucas-Tool había cometido un buen número de asesinatos, pero también tenían en claro la naturaleza fantasiosa y esquizofrénica con serios daños cerebrales de un genuino mentiroso compulsivo como Lucas. Sobre la supuesta secta “La Mano de la Muerte”, Henry escribió un libro, donde cuenta los pormenores de esta temible organización hermética y satánica, que se mueve en las sombras. Lo cierto, es que a no ser por un puñado de periodistas partidarios de las conspiraciones diabólicas, nadie tomó en serio las siniestras historias sobre este asunto.

Cuando la policía allanó el departamento de Jeffrey Dahmer, en julio de 1991, se vieron en medio de lo que sería la sucursal de un pequeño matadero privado, pero de restos humanos. El demencial inventario incluía una cabeza en el refrigerador, calaveras apiladas en el placard, partes de cuerpos en un barril plástico, penes y manos en recipientes Tupperware y una enfermiza colección de fotos polaroid, tomadas por Dahmer en diferentes etapas de muerte de sus víctimas. En una se veía la cabeza de un hombre con la carne intacta en la pileta; otra mostraba un torso abierto en canal, desde la garganta a la ingle y, entre lo más grotesco, se encontraba un esqueleto pulcramente blanqueado y colgado en el baño, que tenía manos, cabeza y pies intactos, destacándose entre los huesos impecables. Probablemente, con la idea de que era un artista, Dahmer colocó cuidadosamente los trozos de los cuerpos dispuestos sobre la cama, y paños, con el fin de fotografiarlos de la forma más estética posible, teniendo en cuenta su particular gusto.

Otro caso no tan resonante como el del carnicero de Milwakee fue el de un dúo de ex marines aficionados a las armas automáticas, la pornografía y el sadomasoquismo. A comienzo de los 80’s, Leonard Lake y Charles Ngs secuestraron al menos tres mujeres, a las que mantuvieron cautivas en un búnker subterráneo en Carolina del Norte. Las víctimas eran filmadas y sometidas a todo tipo de vejámenes sexuales, para luego ser asesinadas. A pesar de la posición oficial del FBI, negando la existencia de estas cintas para la distribución comercial, un investigador de la oficina fiscal del distrito de Carolina del Norte confirmó que las cintas estaban en poder de la agencia.

Para los especialistas en la materia, Richard Speck entraría en la selecta categoría de mass murder y no de serial killer, ya que su accionar fue asistemático y para nada metódico, careciendo de modus operandi alguno. En una sola noche de julio de 1966 asesinó a 9 mujeres, todas ellas jóvenes aspirantes a enfermeras. Sólo una, que se mantuvo refugiada bajo una cama mientras violaba y ultimaba a sus compañeras, pudo salvarse y denunciar el hecho, haciendo una minuciosa descripción de Speck, un sujeto llamativamente desagradable. El criminal fue apresado, juzgado y condenado a muerte. Al poco tiempo, esta pena fue abolida, dándole la máxima pena de reclusión perpetua, unos 400 años, de los que llegó a cumplir sólo 19, hasta su muerte en prisión, de un ataque cardíaco, en 1991.

En 1995 aparece un escandaloso video clandestino, filmado en la prisión de Stateville, en 1988, en donde se encontraba detenido Speck, en el que lo mostraba en la promiscua y sórdida intimidad de su celda; un documento que, lejos de considerarse snuff, es digno de mención por lo grotesco y decadente de su protagonista y el ambiente de clandestinidad del mismo. Allí se puede ver a Speck con el cabello ordinariamente teñido de rubio, junto a su joven amante negro, aspirando cocaína, bromeando sobre sus crímenes y las víctimas, confesando lo mucho que disfruta el ser penetrado por otro hombre y lo realmente beneficiosa que es su estadía en prisión. El momento más perverso del video es cuando Speck, inducido por el camarógrafo, se quita sus ropas, mostrando su maltrecho físico, vestido con una bombacha azul y exhibiendo, orgulloso, un par de flamantes prótesis mamarias, para terminar con una fellatio a su compañero.
Los casos citados son un claro ejemplo de que para los asesinos en serie, el tema del snuff era un mito que se podía derribar y transformar en realidad muy fácilmente aunque siendo, para ellos, un simple pasatiempo a su verdadera motivación: matar. Pero volvamos al rubro que nos incumbe, el cine.
Desde la lejana tierra del sol naciente haría su arribo, a principios de los 90’s a Occidente una oscura saga de enfermizas e intolerables películas, que sacudirían los cimientos del, por entonces, desgastado y poco convincente género del gore. Se las conocería como “Guinea Pig” y serían, por algún tiempo, la preciada joya de los consumidores y adeptos al cine más extremo y brutal. “Es la pura encarnación del exceso, la exploración minuciosa y complacida de la carne, la hipérbole última de la violencia. Guinea Pig explora de un modo aparentemente gratuito la extraña atracción del hombre hacia los misterios de la carne y los secretos de lo orgánico. No parece existir ninguna muerte anterior de violencia cinematográfica suficientemente prolija como para ser considerada un precedente. Ante tal prodigio de carnicería resulta harto difícil vislumbrar la intención última de sus creadores. El origen culturalmente remoto de la serie, todavía turbio para el espectador occidental, dificulta en gran manera la solución a esta cuestión. Sólo podemos intuir alguna de las claves que se esconden detrás de esta obra, verdaderamente inclasificable, el por qué de sus excesos incontrolados, la naturaleza misma de lo atroz”.

Con estas acertadas y poéticas palabras se refería, en aquel entonces, el joven editor del fanzine Sceneshock, Jaume Banagueró, hoy exitoso director, sobre la aparición de la polémica saga nipona de gore extremo, Guinea Pig. La piedra lanzada desde algún punto de Japón cayó sorpresivamente en Occidente para causar un escándalo tan grande como inútil, poniendo de manifiesto, una vez más, que a estupidez humana carece de límites. La clandestinidad inusitada y desconcertante, casi mitológica, con que esta saga de gore oriental irrumpe en el mercado occidental fue el embrión de una innecesaria y  ridícula caza de brujas, que sólo logró cimentar y elevar más aún el grado de culto morboso que la cinta venía arrastrando, a través de una precaria e improvisada distribución, basada en el mano en mano, por parte de los buscadores del material más insano y enfermizo. Las constantes y repetidas copias en VHS que circulaban por el circuito pirata, sin subtitular, desgastaba paulatinamente la calidad del material original, lo que aumentaba aún más el nivel de remota producción underground de anonimato sospechoso; esto sumado a los convincentes efectos especiales en materia de desmembramiento, mostrados con una exasperante y explícita parsimonia que hiela la sangre y retuerce el estómago hicieron desembocar en la indefectible etiqueta que demonizaría al film, catalogándolo erróneamente de auténtico snuff. El escándalo, como no podía ser de otra forma, tuvo que explotar en los conservadores EEUU, agitado por un metiche actorzuelo de dudosa reputación, Charlie Sheen, quien, tras ver con uno de los capítulos de la saga en una fiesta con sus amigotes, corrió asqueado e indignado a hacer una encendida denuncia a la Motion Pictures Asociation of America, quienes, aportando más idiotez y confusión al asunto, pidieron al FBI que se encargara de investigar estos films, donde ceremoniosos señores de ojos rasgados despedazaban señoritas frente a la cámara.

Según una de las tantas versiones que rodean al caso, la investigación llegaría hasta el hoy desaparecido Chas Ballum, columnista estrella de publicaciones de la talla de Fangoria y GoreZone, escritor de varias novelas y guías indispensables para todo horror fan, como Gore Score y Horror Holocaust. Además de editor de su propio fanzine, Deep Red, y acérrimo defensor del gore más extremo.

Ballum, desde su catálogo, se dedicaba a distribuir, entre otras rarezas del género, la saga Guinea Pig. Obviamente, ante la ineptitud de los agentes federales, éste no hizo más que explicar que se trataba de una convincente película de género gore, y no de una auténtica snuff, existiendo, además, un making-of que así lo corroboraba.
Años después del bochorno, Ballum contaría cómo se originó realmente esta imparable cadena de confusión y escándalo alrededor de una ignota película. Un colaborador de Deep Red le pidió, como regalo de cumpleaños, un video compilando las escenas más sangrientas jamás filmadas, a lo que el editor respondió enviándole una copia que contenía Flower of Flesh and Blood, nombre que da título a la piedra de la discordia. Lo que debía ser un regalo de cumpleaños privado, pronto empezó a circular entre gente ajena al underground, incluyendo a algunos que creyeron que se trataba de una auténtica snuff. Pero, en realidad, lo único que hizo Guinea Pig fue trasladar un escándalo de un confín del planeta a otro, ya que en Japón dejaba un legado de muerte y horror, provocado por su influencia.
Tsutomu Miyazaki:
Nació el 21 de agosto de 1962 con una deformación en las manos, sus muñecas no se movían libremente. Las burlas de sus compañeros de colegio primero y de la escuela superior después le impidieron cursar estudios universitarios, TM arrastraba un gran complejo que le alejaba de las personas. En 1983 comenzó a trabajar en un local de revelado fotográfico.

Desde niño no tuvo la suficiente atención de su padre que estaba volcado totalmente en el trabajo, la relación con su madre estaba marcada por los regalos que ésta le hacía en compensación, sus dos hermanas apenas le soportaban y solo con su abuelo tenía una relación cariñosa. Desde luego no era el centro de atención en casa donde pasaba las horas encerrado en su habitación leyendo manga, le gustaba salir para hacer fotos a las jovencitas y niñas mientras practicaban deporte.
En mayo de 1988 fallece el abuelo de Tsutomu, con él desaparecen las relaciones humanas y nacen los primeros episodios de violencia física hacia su madre y sus hermanas. En agosto Tsutomu Miyazaki paseaba en su Nissan regalo de mamá cuando se cruzó con Mari Konno, una niña de cuatro años que caminaba sola. La convenció para subir al auto, la llevó a un cerro cercano y la estranguló. La hizo varias fotografías pero no abusó sexualmente de ella...
En 1989 TM rondaba con su Nissan, se topó con dos hermanas, convenció a la pequeña para que subiera al coche, la mayor salió corriendo a avisar a su padre que encontró cerca de allí al criminal fotografiando a su hija semidesnuda, lo golpeó pero TM consiguió huir corriendo. Ese mismo día Miyazaki vuelve a recoger el coche. Un gran número de policías lo esperaban.

 Cuando los investigadores se presentaron en la habitación de TM para realizar el primer registro encontraron casi 6000 películas de anime, pornografía y gore, entre éstas las cinco primeras cintas de la serie denominada Guinea Pig, una ingente cantidad de fotografías de niñas desnudas vivas y muertas y cientos de tomos de manga.
Miyazaki confesó a la policía que comió alguna parte del cadáver de su abuelo y que sus crímenes estaban inspirados en la película “Flower Of Flesh And Blood”, segunda entrega (1985) de la serie de Guinea Pig.
La oda al desmembramiento y la mutilación que fue Flower of Flesh and Blood, el capítula más controvertido de la saga Guinea Pig proviene de la mente de un talentosísimo y exitoso dibujante de manga, dedicado al género del horror, llamado Hideshi Hino, creador de inquitantes títulos, como “El Niño Gusano” o “Panorama Infernal”.
          
De pequeño, el sueño de Hino era ser director cinematográfico, pero su economía no le permitía comprar una cámara de 8 mm con la cual dar sus primeros pasos. Descubrió que podía contar las mismas historias dibujando, y así nació su afición al manga. Muchísimos años después cumpliría su sueño; sería el guionista, director y actor (protagonizando al sádico samurai) de los 46 minutos más enfermizos e insoportables captados por una cámara. Hino recuerda cómo fue el inicio de la cruenta saga: “No había presupuesto para hacer las películas. Yo quería una historia con principio, nudo y desenlace, pero el productor tenía como condición principal el tema económico. No había dinero para hacerlas, ni siquiera para poder utilizar un argumento al uso; debía limitarme a poner una cámara. Conocía el rumor de la existencia del cine snuff y al inicio del filme un texto mío predecía que el uso masivo de la cámaras de video domésticas, entonces en plena expansión en Japón, ayudaría a que que en un futuro no muy lejano se produjesen asesinatos grabados con cámara de vídeo. La película simula ser eso, una grabación snuff en ocho milímetros enviada por un fan de mis mangas. Al final, tras los títulos de crédito, aparecía en pantalla una advertencia donde indicaba que lo visto no era real, pero muchos no se percataron de ello. Dos años más tarde ocurrió el Caso Miyazaki, que resultó ser lo que predije: un asesinato grabado en vivo con cámara de vídeo”.
Han pasado ya 23 años desde la aparición de aquellas cintas que shockearon y escandalizaron a la comunidad cinematográfica independiente. En la actualidad, Guinea Pig ha pasado a la categoría de clásico infaltable en cualquier videoteca de un buen gore fan que se precie de serlo. Puede que hoy se mire con ojos de superación y hasta con cierta nostalgia naif, por la adrenalina perdida en aquellas interminables horas de visionado y de debates sobre su presunta autenticidad. A pesar del paso del tiempo, marcó el límite de quienes se aventuraron a cruzar la frontera de lo aceptable, a explorar sin pudor los terrenos vírgenes de la violencia de consumo. Hay quienes intentan superar esa marca, en una versión occidental del tema, olvidando que la versión oriental de la existencia misma, de la vida y de la muerte, es abismalmente diferente, y no precisamente por sus ojos rasgados. Tal es el caso de August Underground (Fred Voguell, 2003), donde una catarata de depravaciones de toda índole y especie, compiten entre sí por llegar a ninguna parte. Sin embargo, la película cuenta con dos secuelas tan extremas como exitosas. ¿Será que estas películas son algo así como una especie de premio consuelo para aquellos que esperan ansiosos, como los niños, que no reniegan de creer en los Reyes Magos, que algún día aparecerá una auténtica snuff para exhibir orgullosos en su colección? Se dice que la esperanza es lo último que se pierde, y que el que busca encuentra. Puede que haya algo de cierto en estas frases, pero cuidado, amigos, no se desesperen, no sea que de tanto buscar terminen protagonizando una…

Marcelo Pocavida.

Otros títulos relativos al género:
·        Videodrome (David Cronenberg, 1983)
·        Henry, Portrait of a Serial Killer (John McNaughton, 1986)
·        Man Bites Dog (Remy Belvaux, 1992)
·        Tesis (Alejandro Amenábar, 1997)
·        8mm (Joel Schumacher, 1999)
·        Snuff 2000 (Borja Crespo, 2004)
Bonus Tracks:
La muerte en directo, cuando la realidad supera a la ficción.





jueves, 3 de junio de 2010

El Séptimo Arte de la Crueldad: Snuff Films (Primera Parte)


Desde hace 40 años los insatisfechos consumidores del cine más extremo y oscuro han soñado con poder encontrar el equivalente al Santo Grial de las películas sangrientas, allí donde la perversión y la crueldad real, sin límites, se transforma en única protagonista. Un ejercicio de cinematografía básica y minimalista en donde la carne (humana) es violada, torturada y mutilada hasta alcanzar el éxtasis sublime y final con la muerte en directo, sin trucos ni efectos especiales. Un detalle, éste último, que empañaría el auténtico sentido de llevar a cabo esta práctica, que intenta ser transformada en un acto lúdico y gratificante de total y absoluta veracidad. Se los llamó “snuff films” y su origen, de ser su existencia real, se remonta a antepasados mucho menos sórdidos y delictivos, pero que hicieron del sensacionalismo y lo prohibido una escuela que pavimentó el terreno a las perversidades fílmicas que se avecinaban, en pos de un realismo extremo, sin límites ni concesiones. Adentrémonos, entonces, en uno de los mitos urbanos más controvertidos y enigmáticos de este siglo.
MONDO FILMS
Las miserias, extravagancias y exóticas rarezas diseminadas alrededor del planeta animaron y sirvieron de inspiración a un grupo de avispados cineastas y productores italianos para crear un nuevo subgénero, pariente bastardo del cine documental que impactará y cubrirá las expectativas de un público voyerista de morbo exigente, fiel demandante de emociones fuertes y renovadas. Con este panorama, provisto de un abanico de posibilidades explotables, más que efectivo y tentador, nace el mondo, de la mano de Gualterio Jacopetti, Paolo Cavara y Franco Prosperi.
Este subgénero cobra vida oficialmente en 1962, con el estreno de Mondo Cane, film documental armado con un puñado de imágenes insólitas, shockeantes y curiosas registradas, generalmente, en exóticos lugares de diferentes partes del mundo con la intención de mostrar costumbres, estilos de vida y comportamientos del ser humano que se creían perdidos, olvidados o superados por el avance tecnológico y cultural del mundo moderno. Rituales religiosos y paganos que incluyen flagelación y laceraciones en el cuerpo de los penitentes, primitivas cirugías y extrañas modificaciones corporales., hábitos alimenticios revulsivos, sexo en estado salvaje y delicias similares, allí donde la civilización no extendió su influjo corrupto y restaurador. Generalmente, estas insólitas secuencias iban acompañadas por similares, pero del reino animal, haciendo un para nada sutil paralelismo entre ciertas conductas humanas y las de algunas bestias. Los rituales y estilos de vida de las culturas primitivas ocuparon un espacio muy importante en los Mondo Films. Las junglas africanas fueron, desde siempre, motivos de inspiración y misterio para los cineastas y en especial para los documentalistas.



Existen antecedentes de los que pueden ser considerados precursores del Mondo. Una de las primeras películas de este estilo era un falso documental de los ’30, llamado In The Land of the Headhunters. Otro antecedente de este estilo es Dangerous Journey, de 1944, mostrando supuestos rituales salvajes y ceremonias, pero fue desplazado en sensacionalismo por uno llamado Ingagi, que mostraba, en primer plano, a una tribu, completamente desnuda, sacrificando una mujer negra a un salvaje gorila.
El film causó un gran revuelo en su estreno, pero el escándalo duró poco cuando se supo que la víctima negra en cuestión era una actriz blanca maquillada y, tanto las locaciones como el gorila, no pertenecían a África, sino a un zoológico de Los Ángeles.
Un pionero de la explotación y en exhibir los primeros pre-mondo films, en los 40’ se llamó Kroger Babb, mostrando en uno de estos documentales el primer plano de una tribu del Congo cortando la cabeza de un buey para luego beber su sangre y, en otra escena, los miembros de la tribu embadurnando sus cuerpos con excrementos de animal para protegerse de los malos espíritus. El film, titulado Karimoja, provocaba la náusea de los espectadores, a los que se les ofrecía, con la localidad, una pastilla anti-vómito. Pero volvamos a los 60’s, donde Mondo Cane fue un indiscutido éxito de taquilla y se imponía como reina de un floreciente nuevo género. Sus realizadores no dudaron en poner manos a la obra en una secuela titulada, simplemente, Mondo Cane 2 que, a diferencia de su antecesora, el material usado para esta ocasión era sólo parcialmente real.

Sin embargo, no repararon en el fenómeno que habían generado y en la incontrolable horda de imitadores que traía consigo. Cualquier film con el título “Mondo” era, para los productores, sinónimo de audiencia asegurada. Una catarata de Mondo Films inundó el mercado cinematográfico: Mondo Macabro, Mondo Nudo, Mondo Infame, Mondo Pazzo, Mondo Balordo, Ecco, Taboos of the World, Secrets Pains Go Go World y muchísimos más.

Las películas seguían el estilo impuesto por Mondo Cane, aunque algunas comenzaron a focalizar su contenido en áreas muy fructíferas, acordes con el convulsionado momento socio-cultural que involucraba a los jóvenes norteamericanos y europeos de mediados de los 60’s. El amor libre, las drogas psicodélicas, la vida en comunidad y las prácticas esotéricas fueron temas centrales en muchos de estos films. Títulos como Mondo Mod y Mondo Tino reflejaban los códigos, vicios y costumbres de grupos adolescentes.

Mondo Hollywood, también titulada Hippie Hollywood: The Acid Glasting Freaks, tiene como particular rareza la aparición de Bobby Beausoleil, controvertido miembro de la familia Manson y, posteriormente, relacionado con los sangrientos crímenes del clan. Pero más allá de detalles anecdóticos como éste, el sexo era el gran gancho para mantener cautiva a la audiencia. Hubo títulos dedicados, en su totalidad, a este tema, mostrando aspectos exóticos, bizarros e innovadores en materia de prácticas y tendencias sexuales. Mondo Oscentia, Mondo Rocco, Hollywood World of Flesh, Hollywood Blue, Mondo Daytona, Mondo Exotica son solo algunas…

El circuito de la sexplotaition vio en éstas una buena oportunidad para lanzar al mercado un puñado de films de sexo, con la etiqueta Mondo en su título, pero que poco tenían que ver son el espíritu de genuino documental que caracterizaba al género. Sólo era un pretexto para mostrar escenas de desnudos y de sexo parcialmente explícito. De allí surgieron algunos rescatables: Mondo Keyhole, Mundo Depravados o Mondo Topless. Los 70’s no fueron un momento próspero para el género. La edad de oro de los Mondo Films fue indiscutiblemente en los 60’s, con más de veinte películas estrenadas. En los 70’s fueron dejados los viejos y exóticos tabúes atrás. Lo que antes parecía extraño, parecía ahora convencional. Mondo America fue uno de los pocos mondo films realizados a mediados de los 70’s y explora varios aspectos de la vida americana, con sus vicios y rarezas, desde una fábrica de consoladores, el backstage de un cabaret de lujo en Las Vegas hasta el rescate de un cadáver de un suicida en las heladas aguas de la bahía de San Francisco. Mondo America tuvo una tibia acogida por parte del público, lo mismo que otros films que le precedieron, tales como Catastrofe, Days of Fury y Mondo Magic. En los 80’s los Mondo Films pasaron a un total olvido, y sólo quedaron en el recuerdo de algunos pocos coleccionistas de rarezas y amantes del cine de culto. Sin embargo, y cómo no podía ser de otra forma, la tierra que los vio nacer rescató aquel espíritu de realismo sensacionalista, para crear un nuevo subgénero, materia ésta en la que los italianos son especialistas y líderes sin marco de competencia. Una tradición fílmica que data desde el neo-realismo, las comedias costumbristas, los pepluns (películas épicas sobre el período greco romano) y los spaghetti western. La cinematografía italiana se destacó, desde siempre, por construir su propio hábitat cultural, creando productos de características únicas e incomparables al resto de sus pares a nivel mundial. Los films italianos de caníbales son una irrefutable y contundente prueba de ello. Con Holocausto Canibal emerge la indiscutible punta del iceberg de este peculiar y nauseabundo subgénero.

Rescatando el abc básico de los Mondo Films, pero aggiornándolo a las exigencias de la época, la película se construye sobre la base de un falso documental, cuyo principal objetivo es mostrar al espectador imágenes sangrientas de extrema violencia y crueldad, teniendo como principal escenario la salvaje e impenetrable selva amazónica y a sus nativos, una tribu de hambrientos caníbales que se ven amenazados e invadidos por un grupo de desalmados documentaristas que dan rienda suelta a sus bajos instintos, masacrando y violando a los indígenas y grabando impunemente sus impunes actos, ante la mirada impotente de estos, quienes tomarán, luego, venganza, haciendo gala de sus más salvajes hábitos alimenticios, quedando la carnicería humana también registrada en el celuloide. El grupo de expedicionarios jamás llega a destino y son dados por desaparecidos. Tras su búsqueda, es rescatado el material fílmico de entre una pila de huesos humanos y, en una proyección privada, de vuelta a la civilización, se revela el horror de aquel viaje. La inteligente maniobra argumental, en base a un falso documental, dio lugar a su director, Ruggero Deodatto, a manejar una hábil estrategia de marketing, que le redituó en muy buenos resultados a nivel promocional y económico, aunque más de una prohibición y varios dolores de cabeza.

Deodatto llevó a tal extremo la inquietante condición de
cinema verité en la película (desprolijidades adrede en el encuadre, salto de imágenes, pruebas del equipo y similares) que gran parte de la audiencia y más de un crítico desprevenido creyó estar frente a un auténtico film snuff, controvertido tema con el cual se venía especulando en el ambiente cinematográfico en la década del ’70.


Para salir al cruce de las despiadadas y lapidarias críticas referentes al contenido extremadamente violento y revulsivo del film, Deodatto intentó dar una justificación coherente a semejante ejercicio de crueldad y sadismo: “La hice porque Italia estaba bajo la presión de las brigadas rojas, y mi hijo veía a todos aquellos muertos en televisión y me pedía que la apagase. Además, perdí a mi mujer en ese momento y empecé a preguntarme porque los periodistas hacían aquellos reportajes sin ningún respeto, pisoteando el dolor de las personas. Metí en esa película todo mi odio hacia la sociedad, ya que me encontraba en un momento difícil en mi vida privada y necesitaba salir de esa presión a toda costa. Holocausto Caníbal condena a los periodistas que hacen lo indecible por conseguir una noticia” Estas declaraciones, desbordantes de corrección, no salvaron a Deodatto de unos cuantos juicios, en los que fue acusado de depravado. Es difícil imaginar una acusación más leve por parte de las autoridades luego de ver el verdadero catálogo de atrocidades que componen Holocausto Caníbal: amputaciones, empalamientos, triple violación de una indígena, detallado despedazamiento de una tortuga y, por supuesto, escenas del más repulsivo canibalismo. A pesar de prohibiciones a nivel mundial, el film se transformó en un enorme éxito. Por ejemplo, en Japón, estuvo años en el segundo puesto de videos más vendidos, tan sólo por debajo de E.T., de Steven Spielberg y hoy es objeto de culto dentro de la cinematografía de horror. Tras el enorme éxito surgieron varios clones bajo su sombra y hasta un plagio, nunca reconocido, que hizo su aparición tres décadas después y prometía cambiar el curso del cine terrorífico, me refiero a El Proyecto Blairwitch, en el que se hace uso, descaradamente, de la temática del falso documental que Caníbal Holocausto impuso, y con muchos más cojones, a principios de los ’80. Aunque Caníbal Holocausto nunca ocultó su carácter de película de ficción, amén de algunas trapisondas de tipo promocional, y no pueda ser catalogada de auténtico snuff -a no ser que la muerte real de una tortuga pueda ser admitida en ese contexto- aportó su grano de arena a las innumerables especulaciones que desde siempre rodearon a este supuesto y clandestino subgénero. Sin duda, la pregunta del millón está enfocada en quién fue el encargado de difundir el rumor de la existencia de estos films. ¿De dónde surgió la posibilidad de que exista un mercado negro para posterior consumo de este tipo de material? ¿Alguien ha dado su testimonio fehaciente de su participación en ellos, o logrado ver alguno? Los primeros comentarios sobre el tema comenzaron a sonar con fuerza a principios de la década del ’70, tras los conmocionantes crímenes de Charles Manson y su clan. Luego del juicio y posterior condena, salieron a la luz algunos detalles relacionados con ciertas actividades internas que practicaba la familia.

Según cuenta el biógrafo Ed Sunders en su polémico libro The Family “hay temas asociados con el caso Manson que están impregnados de tal malignidad que su mero conocimiento es como una pesadilla”. Uno de estos temas sería la filmación de películas caseras de alto contenido erótico y sangriento. Vern Plumlee, una miembro del clan que no participó de los asesinatos, admitió haber estado en algunas de estas filmaciones: “Hacían películas caseras, y yo colaboré con la familia en ellas. Simplemente películas extravagantes” Cuál era el tema, le fue preguntado: “Bueno, simplemente cualquier cosa que se presentase, como, por ejemplo, si una persona estaba teniendo un trastorno en un viaje de ácido, lo filmaban. Y lo mismo con otras cosas grotescas”. Plumlee dijo que ellos poseían tres cámaras súper ocho, con las cuales filmaban. El interrogatorio continuó con películas de violencia, de éste tema manifestó: “Bueno, se ponían a bailar con cuchillos y simulaban que se estaban cortando unos a otros, o algo parecido. Realmente no le di gran importancia a la cosa. Era otra cuestión horripilante de las tantas que hacían”. Otro asociado con la familia describió independientemente, en una entrevista, lo que parecía ser la misma clase de película con simulación de cuchilladas, dando una descripción más detallada que su compañera: “Son aproximadamente siete minutos. Se trata de Charlie y todos los demás corriendo en círculo, empuñando cuchillos y dando vueltas. Y, de repente, embestían contra todo, con sus cuchillos; árboles, la propia casa, el suelo… Y así sucesivamente” Plumlee habló de varios amigos de la familia, que ayudaban en la elaboración de las películas “Uno era un tipo que se encargaba de revelarlas, en Granada Hills, al este del rancho Spahn”. Durante largo tiempo, las películas de la familia parecen haber sido de temas meramente sexuales.

El propio Ed Sunders, estando en Los Ángeles, simuló ser un productor newyorquino de pornografía ya que, en aquel entonces, se hablaba de poder comprar siete horas de un surtido de películas eróticas -incluyendo las pornográficas- de la familia. El precio era de U$S 250.000. Para la misma época corría el rumor de que un traficante de drogas de Los Ángeles vendía una película describiendo el asesinato ritual de una mujer a un famoso artista de Nueva York. También en una ocasión fue entrevistada una persona que estuvo cercana a la familia durante dos años y medio. Contó detalles que, de ser verdad -y parecen serlo- corroborarían la sospecha de snuff films producidos por Manson y su familia. Habló sobre unas películas que proyectaban de noche en los bosques, detrás del rancho. Venía a ser una especie de espectáculo al aire libre con varias películas proyectadas al mismo tiempo. Dijo que hacían sonar cintas grabadas, a modo de banda sonora. Como pantalla de proyección colgaban sábanas blancas. Alquilaron en lolos Ángeles cuatro o cinco proyectores de ocho milímetros, funcionando con baterías que permitían media hora de proyección. Las cintas exhibidas parecían ser reuniones de la familia, música, los ya descriptos bailes del cuchillo y abundante sexo. Pero también había “otras películas”. La persona entrevistada a continuación en el libro de Saunders prefirió permanecer anónima. Este personaje alega que se acercó a la familia en 1968 y que vio allí como miembros de una organización satánica y varios componentes de un oscuro club de motociclistas estuvieron involucrados con miembros de la familia en la filmación en exteriores de ceremonias de sacrificios rituales. Más adelante, declaró que las proyecciones de estas películas fueron exhibidas en secreto en el rancho Spahn.

Según esta persona, había tres clases de películas que, parece, contempló: danzas y temas sexuales de la familia, sacrificios de animales y sacrificios humanos. En la mayoría de las películas, declaró, muchos de los participantes vestían de color negro y llevaban cruces, aunque algunos de ellos vestían de blanco. Algunos llevaban capuchas negras y otros no. La película de los sacrificios de animales comenzaba con todo el mundo sentado en círculo y cantando. Esta es su descripción de la película del sacrificio.

Era como una de esas pesadillas. Empezaba con la gente sentada en torno. Eran aproximadamente las once de la noche cuando trajeron uno de los gatos... y empezaron los manejos. Todos sentados en torno y un tipo trajo algo con sangre y todo el mundo tomó un sorbo. Luego el tipo iba vertiendo sobre cada uno. Después trincharon un perro. A continuación trajeron una chica allí..., dos chicas. Les quitaron la ropa y vertieron la sangre del perro encima de las chicas. Ellos simplemente sostenían el perro en alto. Y cogieron a las chicas y pusieron la sangre
—y los cadáveres — todo encima de ellas. Y todo el mundo fornicaba a las dos chicas...; era una pareja, dos parejas... que estaban siendo, bueno..., de esto ya hace algún tiempo. Pero sí que recuerdo que todos tomaban tragos de sangre. Resultaba verdaderamente horroroso... Reconocí quizás a ocho o diez personas en aquella película. Gente que conozco, gente que vi venir al rancho, gente que en los fines de semana... Tenían dos o tres películas, similares a Ias que vi de ellos.
Más tarde señaló dos de las principales hembras Seguidoras de Manson como habiendo participado en el consumo de sangre, una de ellas realizando el acto sexual mientras le era echada encima sangre. Todo en la película.
Solamente he visto unos pocos sacrificios — dijo él
He visto una película con el perro. He visto una con el gato; ésta del gato fue de lo más horrendo.
Parte de la entrevista relacionada con el gato:
—Dónde fue?
—Al aire libre Esta es Ia de que le hablaba a usted, en la playa.
—Donde tenían el gato?
—Y el perro.
—En el mismo sitio?
—SI. Creo que tenian allí sus reuniones, mensuales. Las que celebraban al aire libre.
—Sabe qué playa era? MaLibu Beach?
—No. Es una playa privada, aproximadamente en Ia línea divisoria de los distritos de Los Angeles y Ventura. Está en la Carretera número 1.
—Cuál es el nombre de Ia casa?
—No es una casa. Es solamente una playa.
—Quién es el dueño?
—No lo sé. Nadie. Es como una playa privada. Ni siquiera sé a quién pertenece.
—Qué día del mes se reunían?
—Los miércoles.
—Luna llena?
—Luna llena, sea lo que fuere.
—¿Un miércoles sí y otro no?
—Algo parecido, pero solamente: he visto tres o cuatro películas de éstas y Ia del gato fue Ia más estúpida que he visto; era horrible. Cogieron petardos... cómo los llaman...?, M-80, los encendieron y ataron al gato sentado encima. Estallaron y el gato se desgarró. Así era de horrible. Nauseabundo.
—Qué hicieron con la sangre?
—Se untaban con ella y se echaban sangre por encima ellos mismos. Debían tener algo así como medio litro; se Ia pasaban de unos a otros y cada uno tornaba un sorbo. Aquellas películas eran verdaderamente horribles.
Facilitó también considerable información acerca de un cortometraje representando una victima, una mujer, muerta en la playa. Esta película, aseguraba, era parte de una más larga.
Fue interrogado inicialmente sobre si estaba enterado de tales filmaciones. Su respuesta fue:
—Yo... yo... sabia, yo sé... Yo solamente sabía de una película de >. Yo, pues, sabe usted...
—De cuál película de esta clase sabia usted? _-Solamente sé de una joven, tal vez de unos veintisiete, cabello corto..., si..., y le troncharon la cabeza, eso es...
—Dónde ocurrió?
—Probablemente en el campo, en alguna parte por Ia Carretera número 1, y la playa.
—Qué aspecto tenían? Quién estaba en la película además de la joven decapitada?
—No se veía el rostro de nadie. Solamente mostraba a todo el mundo vestido de negro, con la capucha negra...
.—Quiere decir capuchas negras con agujeros para los ojos?
—Eso es, y... pues...
—Qué más?
—Ya sabe, este tipo de largas ropas negras.
—Algunas cruces en ellas?
—No, todo era negro y con esta clase de cosas tiesas encima de sus caras, con rendijas, y ellos, bueno, aquella gente bailaba en torno. Nadie dijo nada de lo que era. Era una cosa corta, tal vez de cinco minutos.
—Qué aspecto tenla la joven? Cuál era el guión?
—Cuál era el qué?
—Cuál era el argumento? Estaba ella atada? Parecia estar de acuerdo?
—Ella estaba muerta. Estaba simplemente tendida alli.
—Ya estaba muerta?
—SI. Piernas abiertas. Estaba desnuda pero nadie ha fornicaba. Decían que su cabeza acababa de ser tronchada y ella estaba allí tendida.
—Así es cómo empezó la película? No proyectaron el verdadero sacrificio?
(Negativas con la cabeza.)
—Mostraban gente arrojando sangre por encima, todo alrededor del circulo
—Parecía como si alguien fuera el cabecilla?
—No, quizás era un trozo de película. Ya sabe lo que quiero decir, no es así? Pudo haber sido solamente algo tornado, pero que no montaron en alguna de las otras películas. Tardaba úricamente unos cinco minutos. Era simplemente algo breve. -
—Cinco minutos son miles de fotos. Me suena como una de las que ya conozco. Está incluida en el metraje que fue filmado este verano?
(No hay respuesta)
—En qué consistía el resto de la película?
—No lo vi. Yo solmente, sabe usted...
—Pelirroja?
—SI.
.—La cabeza estaba tirada alli mismo?
—Exactarnente junto al cuerpo.
(Hace una demostración con su propia cabeza.)
—Cuánta gente habia en la película con ropas negras?
—Cinco. Formaban círculo alrededor del cuerpo.
—Había una fogata de campamento?
—La fogata llegaba aproximadamente aquí (señala con la mano la altura) y se podía ver a unas cuantas personas caminando en torno.
—Las demás personas llevaban también túnicas?
—Podia ser la continuación de otra cosa, pero yo no... Era una clase de película interesante. (!!!).
—Estaba ella tendida en una roca?
—No, estaba justamente en una playa.
—En la arena?
—Si. Resultaba exactamente algo horripilante.
—Tenia aquello aspecto de una zona resguardada, bien a cubierto de miradas?
—Caramba, hombre, no se pueden hacer cosas de este género, a menos que la zona esté bien protegida.
—Cree que es aquel sector de playa en la Carretera número 1 donde está el restaurante?
—No lo parecia, quiero decir que habia tanta are... Bueno, ya sabe, uno puede generalmente reconocer un sitio Si lo ha visto, y a la vez reconocer que aquel no es ci sitio... Pudo haber sido en algún otro lugar a lo largo de la Número 1; pudieron excavar un pequeño boyo y dejar caer dentro los restos. Esta película era corta. Solamente cinco minutos. La única diferencia con la del Apogeo y Ia del perro es que no habla cruces.
—En la del perro llevaban también capuchas?
—Bueno, no las llevaban siempre puestas. A ratos se las quitaban.
—Y a veces llevaban las capuchas picudas?
—Pero se podia saber quiénes eran por las caras. No eran siempre los mismos.
—Entonces no cree que eran las mismas personas?
—Probablemente, aunque no llevasen las cruces. Unas veces las tenian, otras veces no.
—Llevaban guantes?
—No.
—Con qué clase de cuchillos hacían sus actos?
—Bowie. Esos cuchillos de monte de treinta centímetros. Son los que vi. He visto bowies y un hacha. Una de aquellas personas llevaba un cuchillo bowie a este lado y un hacha a este otro lado.
Si esta información es verdadera, no hay ninguna muchacha, ninguna mujer, ninguna bañista, ninguna autostopista que esté a salvo en la carretera del litoral de California del Sur, mientras toda esta gente no haya sido retirada de Ia circulación.
Con este testimonio finaliza uno de los capítulos más controvertidos en el polémico libro de Saunders, que le valió la fama de fabulador y delirante. Sin embargo, no es descabellado pensar en aquellos años, en pleno resurgimiento de prácticas ocultistas y esotéricas de toda índole, que Manson estuviese conectado con grupos satanistas y se haya iniciado, junto a su familia, en rituales de este tipo, filmándolos. Si tomamos en cuenta la posterior carnicería que lo transformó en uno de los personajes más odiosos y temidos del planeta, el libro de Saunders no peca de sensacionalista ni de exagerado. Acompaña la leyenda sobre la filmografía snuff de la familia Manson, que ésta se encontraría enterrada en algún lugar del Valle de la Muerte.



No es esta la primera vez que se relaciona a este lugar como guardián de los tesoros de la familia y allegados. Tal es el caso de Bobby Beausoleil, miembro activo de la familia y pieza fundamental en la influencia ocultista y esotérica del clan, aún más que el propio Manson. Cuenta la leyenda que, tras una discusión con el cineasta independiente Kenneth Anger, durante el rodaje del film Lucifer Rising, un psicodélico homenaje a Aleister Crowley, Beausoleil abandona la filmación que lo tenía como protagonista y huye con el metraje de celuloide que lo involucraba, para enterrarlo en algún lugar del Valle de la Muerte. De ser esto cierto, el desértico paraje sería la primera y única filmoteca snuff satánica del mundo. Será cuestión de que alguien decida financiar un tour arqueológico al lugar y desenterrar el misterio. Obviamente las especulaciones de Saunders no quedaron sólo entre las páginas de su libro, y corrieron como un reguero de pólvora, encendiendo aún más el fuego de la reciente carnicería mansoniana. La industria cinematográfica tenía allí una fuente de inspiración inagotable, que se tradujo en una invasión de films inspirados en la imagen de Manson y su familia: I Drink Your Blood, Satan Sadist, Simon, King of the Witches, The Manson Massacre, The Death Master, The Love Thrill Murders, entre otros, apuntaban a un público que comenzaría a ser la punta de lanza de una incipiente mansonmanía. Pero hubo una de estas películas que vino acompañada de un aura oscura y maldita, que fue la desencadenante para forjar aún más el mito de films de asesinatos reales. Se filmó en Argentina “donde la vida es barata” y se llamó, simplemente, Snuff.
ALGUNAS ESCENAS DE LAS MÍTICAS MONDO CANE 1 Y MONDO CANE 2



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