jueves, 22 de abril de 2010

Explotaition Movies: El Resurgimiento del Grinshouse, a propósito del próximo ciclo que organizo y se avecina.

Alguno de los términos con los que el idioma inglés se ha nutrido y caracterizado para catalogar ciertos estilos y tendencias culturales poséen una contundencia descriptiva envidiable y por demás acertada. Muchos de ellos rompieron la barrera de la lengua anglosajona y fueron adoptados a nivel mundial, aún no teniendo éstos una posible traducción literaria. Recuerdo cuando vi por primera vez la traducción del tema “Helter Skelter” en una edición nacional setentera del Album Blanco de los Beatles. Allí, el tema en cuestión, aparecía como “A troche y moche” (¡?). Alguien dijo alguna vez que la música es el idioma universal y no estaba equivocado: rompió no sólo con barreras culturales, sino que arrasó también con las ligüísticas. Si no veamos un ejemplo que nos toca muy de cerca: ROCK AND ROLL, por ejemplo, frase que definiría como ninguna el frenético ritmo que enloquecería a generaciones en todo el mundo por décadas. Sin embargo, nadie asocia su literal traducción con lo de rocas rodantes. “PUNK”, adjetivo también ligado al rock, tiene en realidad su origen en la jerga barriobajera de los años 40’s y 50’s, utilizado para definir al matón, el buscapleitos de poca monta, el chulo, o vividor o al aprendiz de gángster. En síntesis, un tipo con pocos valores éticos y morales, que se caga en todo. Nunca definición más acertada o el punk rock, en escencia, no se trataba de eso? Es muy corriente con la explosión de films gangsteriles de Hollywood ver utilizado este término de forma despectiva. James Cagney y Edward G. Robinson eran un claro prototipo del punk de aquel entonces. “HARDCORE” es otro gran enigma de la traducción literal al idioma del gallardo Cervantes. Aquí nos volvemos a enredar entre celuloide para descubrir un término que nació para definir la aparición del porno duro, valga la expresión. Ni lerdos ni perezosos, los jóvenes norteamericanos de comienzos de los 80’s, con intenciones de reinventar el vapuleado movimiento punk tomaron aquella etiqueta para definir un nuevo estilo renovado, extemo y contundente. GORE era un término que había quedado congelado en el freezer a mediados de los 60’s, acertadamente utilizado para definir un puñado de oscuras películas de dudosa calidad, donde por primera vez la sangre chorreaba a borbotones por la pantalla (H. G. Lewis, con Bloodfeast inauguraría este género deudor de aquel transgresor teatro Grand Guignol de París). Algunos nostálgicos, entre los que se encuentra un confeso John Waters, daban por perdidas estas joyas prohibidísimas que marcaron a fuego sus vidas, generalmente espectáculo central en salas de barrio y autocines, pero fue recién dos décadas después, a principio de los 80’s que el gore haría su reaparición de la mano de los taquilleros slayer films, redefiniendo el horror explícito que hoy conocemos y consumimos. El cine de terror volvía a tomar un espacio que había perdido en la dorada década de los 50’s. Una invasión de producciones cinematográficas, libros y revistas, mostraba una nueva generación de espíritus inquietos dispuestos a escarbar en el legado de una cinematografía bastarda, olvidada y negada que había hecho mella en generaciones de jóvenes décadas atrás y que merecía ser reconocida y salir a la luz. Uno de los responsables de esta loable cruzada fue Michael Weldon, un muchacho originario de Cleveland, relacionado con la emergente escena punk de aquella ciudad (Pere Ubu, Dead Boys, Rocket from the Tombs, entre otros), fanático enfermizo de los films más extraños y olvidados, creando un fanzine al que bautizó “Psychotronic”, en honor a una oscura película de ciencia ficción, llamada The Psychotrinic Man. Aquel término que combinaba lo psíquico con lo futurista lo fascinó, y le sirvió como adjetivo perfecto para calificar los diferentes tipos de películas que venía consumiendo desde su niñez. Con monstruos y ciencia ficción a la cabeza, pero también con un montón de subgéneros que competían codo a codo con aquellos: ROCK AND ROLL MOVIES, BIKER MOVIES, SIXTIES BEACH MOVIES, 3D MOVIEN, MEXICAN MONSTER MOVIES y todas aquellas producciones a las que también definió como GRADE-Z MOVIE, películas que, por su incompetencia y bajísimo presupuesto, quedaban relegadas a los circuitos comerciales marginales: la mítica calle 42, por ejemplo, a donde Weldon asistía sin reparos a disfrutar de ellas. A principios de los 80’s decide recopilar lo mejor de la peor cinematografía existente en un libro que hoy es una guía indispensable para todo amante del cine de explotación: THE PSYCHOTRONIC ENCICLOPEDIA OF FILM, 800 jugosas páginas de consulta obligada para todos aquellos quienes quemamos nuestro cerebro frente a los rayos catódicos televisivos o en malolientes salas cinematográficas, todo un clásico hasta la fecha. Weldon había sembrado una semilla que no tardaría en dar sus frutos, con una verdadera invasión de nuevos y avezados periodistas, editores y columnistas especializados, dispuestos a lo que sea para dar con el paradero (si aún estaban con vida) de olvidadas leyendas de la cinematografía marginal. Fue así que los fanáticos pudieron conocer los rostros y regodearse con las anécdotas de verdaderos pioneros del cine de explotación y kamikazes del marketing, que hacían ver al aún vigente Roger Corman como un George Lucas de la serie B. Genios como H. G. Lewis, David Friedman, Al Adamson, Russ Meyer y Ray Dennis Steckler recuperaron los laureles negados hasta entonces. Un grupo de jóvenes emprendedores relacionados al mundillo de la cultura underground, decide publicar en una colección titulada RESEARCH lo que pasaría a ser otro de los libros básicos en importancia para comprender el fenómeno de los EXPLOTAITION FILMS: INCREDIBLE STRANGE FILMS, es una recopilación de reportajes a los más relevantes directores responsables (¡?) de estos entrañables engendros. Por sus páginas desfilan nombres como los ya nombrados e infaltables H. G. Lewis, David Friedman, Al Adamson, Russ Meyer y Ray Dennis Steckler y también cómplices de la talla y la calaña de Larry Cohen, Ted V. Mikels y Fran Henelotter. Lo interesante de este libro es que se despacha sin problemas con un especializado apéndice en el que marcan y definen todos estos subgéneros para entender sin medias tintas de qué va el asunto. Hagamos un pequeño repaso:


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JUVENILE DELINCUENCY FILMS (films de delincuencia juvenil): En los años 50’s, con el frenesí y el escándalo desatado por el nacimiento del rock and roll y de sus íconos más representativos, el cine no podía quedar afuera de este inusitado fenómeno. Primero Marlon Brando en The Wild One, y luego la decisiva figura de James Dean como el adolescente conflictuado e incomprendido en Rebelde sin Causa marcarían el punto de partida a una invasión de películas, tomando como modela esta temática. Pero siempre con una mirada más sensacionalista, moral e inquisidora sobre el descarriado rumbo que estaba tomando la juventud. Tupés engominados, camperas de cuero, navajas, autos veloces, chicas malas que peleaban como chicos y, por supuesto, mucho rock and roll, eran algunos de los tópicos clásicos de estos films que inundaron las pantallas en los tumultuosos 50’s. El género de terror y de ciencia ficción no podía quedar al margen de esta fiebre, siendo estos g;eneros de consumo obligado por parte de los adolescentes. Títulos como “The Blob”, “I Was e Teenage Werewolf”e “Invasion of Sauser Men” son un claro ejemplo de ello. BLACKBOARD JUNGLE, HIGHSCHOOL CONFIDENTIAL, JAIL BATE son algunos, entre centenares, de los títulos a tener en cuenta.

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LSD FILMS o ACID FILMS: Desde la década del 30, las drogas fueron tema favorito de explotación en films, que intentaban mostrar y prevenir, generalmente con resultados hilarantes, su uso y abuso. En los 60’s, con la explosión del hipismo y del flower power, entra en escena una droga cultural y estética, que hará las delicias no sólo de sus consumidores, sino de todo aquel que se considerara cineasta: el LSD. Esta substancia alucinógena y liberadora de los estados adormecidos de la mente fue la excusa ideal para realizar toda clase de delirios argumentales y cromáticos, mostrando el submundo de la lisergia y, por supuesto, exagerando sus derivaciones: orgías, malos viajes seguidos de suicidios y hasta asesinatos. Asunto éste que derivaría en otro subgénero oportunista, pero no menos interesante: los FAMILY MANSON FILMS. Sin embargo, la cinematografía lisérgica, tuvo sus estrellas de renombre y de cabecera, como Jack Nicholson, Dennis Hooper, Peter Fonda… Auténticos representantes de la cultura sixtie independiente y verdaderos “acid heads”. Algunos títulos relevantes: PSYCHO OUT, ALICE IN ACIDLAND, ALUCINATION GENERATION y ACID EATERS. No podemos dejar de nombrar a una pionera en este género y atípica por su original trama, la fabulosa THE TINGLER, de William Castle, con Vincent Price.

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BIKER FILMS: Anterior al clásico por excelencia del género en dos ruedas, EASY RIDER, THE WILD ONE (1953), con Marlon Brando, iniciaría un estilo que se revitalizaría en los 60’s, donde todo no era paz, amor y flores Así, por lo menos, pensaban los Hell Angels, bandas de salvajes y grasientos motociclistas, malolientes y pendencieros, que preferían cruces gamadas y esvásticas al idealista símbolo de la paz. Infinidad de biker films inundaron la pantalla mostrando la perversión y el vandalismo de estos renegados sociales. Aunque en este tema hay de todo, como en botica, vamos a rescatar algunos de los títulos más infames: SHE DEVILS ON WHEELS (H. G. Lewis, 1968), con una banda de salvajes ninfómanas llamadas “Man Eaters” como protagonistas. SATAN SADIST (Al Adamson, 1969) como el clan Manson, pero sobre ruedas. WEREWOLF ON WHEELS (Michael Leveske, 1971) motocilistas satánicos convertidos en hombres-lobo. PSYCHOMANIA (Don Sharp, 1972) uno de los pocos biker films británicos, pero no menos delirante que sus pares yanquis, una banda de motociclistas llamada “The Living Dead” quienes, tras un culto suicida, vuelven de la muerte para seguir haciendo de las suyas a sus anchas. Un párrafo aparte merece una oscura película que me atrevo a clasificar de biker movie, sólo por los pocos minutos en que estos personajes aparecen en ella, LA BASTARDA (Emilio Gómez Muriel, 1972), coproducción argentina mexicana, una banda de sedientos y pendencieros motociclistas irrumpe en un bar en la carretera, buscando problemas. El jefe de los renegados no es otro que el conocido actor Luis Brandoni (¡?).

BEACH PARTY FILMS: No todo el panorama era tan oscuro y reventado. En las soleadas playas californianas existía una juventud que disfrutaba de la vida sana, el mar, el sol, el culto al físico y de risueñas chicas en bikini, meneando las caderas al ritmo de un a-go-go. Para ellos existieron películas que reflejaban su despreocupado estilo de vida: surfear y pelotudear en la playa todo el día. Títulos como BEACH PARTY, PAYAMA PARTY, MONSTER A-GO-GO, HORROR AT THE PARTY BEACH y las delirantes DOCTOR GOLDFOOT AND THE BIKINI MACHINE y DOCTOR GOLDFOOT AND THE GIRL BOMBS, ambas protagonizadas por un brillante Vincent Price, en plan comediante, hicieron las delicias de una bella y radiante generación de parafinados y tostados jóvenes.

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SEXPLOTAITION FILMS: Sexo y cine fueron simbióticos desde el nacimiento de este último, ya en su esencia más primitiva, con la creación del nickelodeon, una sucesión de imágenes fotográficas en constante movimiento, se comenzó a mostrar la voluptuosidad de la carne a un público ávido por este espectáculo. Con la proliferación de las salas de exhibición salieron los perros fisgones de la censura a poner el grito en el cielo por este avance infernal y el peligro que significaba para la moral y la institución familiar. Sin embargo no pudieron evitar que temas tan reales y de público conocimiento, como el sexo y las drogas, fueran tocados en el cine. Sumado a esto que las estrellas de la época acaparaban la primera plana de los diarios por su estilo de vida promiscuo y descontrolado. Las películas sobre la trata de blancas fue el primer atisbo de sexplotaition. Los estrictos códigos de censura enseguida se hicieron notar, imponiendo cantidad de restricciones. Entonces, los cineastas se las ingeniaron para mostrar carne femenina como Dios la trajo al mundo de alguna forma. Y lo hicieron bajo la fachada de exóticos documentales. Mostrar nativas desnudas, de una salvaje tribu africana, tenía otro color: negro. Y nada tenía que ver con las respetables y civilizadas costumbres de las mujeres blancas. Títulos tan rimbombantes y evidentes como: BOWANGA BOWANGA, de 1938 y LOVE LIFE OF A GORILA, de 1937 hablaban por sí solos. Luego de la segunda guerra mundial, de regreso de Europa, algunos soldados americanos trajeron buenos recuerdos y costumbres sexuales del viejo continente, el french kiss, el sexo oral y la exteriorización del orgasmo por parte de las mujeres no estaban incluídos entre las costumbres de las patrióticas y respetables chicas norteamericanas. Los burlesque shows se hicieron, entonces, populares, para una audiencia masculina que ya había probado las mieles del deseo a la europea. Luego vendrían los documentales, retratando a las divas de estos insinuantes y glamorosos espectáculos. Cuando llegó la época de los films catalogados como “Adults Only” se trataban, generalmente, de aburridísimos documentales de obsoleta educación sexual o sobre frías colonias nudistas. La platea mastulina, ya aburrida y disconforme de esto, exigía lo que la anatomía femenina realmente podía brindar en toda su belleza y esplendor. Allí nace el NUDIE CUTIE, un despliege de explosión mamaria; fresco, divertido, natural y muy sexy, sin aburridas moralinas ni mensajes sociales. Russ Meyer patentó este exitoso género y a él le siguieron una dupla imbatible que, una vez agotada la fórmula cambiaron tetas y culos por sangre y tripas, Dave Friedman y Herschell Gordon Lewis. En Argentina, un atrevido cineasta, llamado Armando Bo, encontraría dos buenas razones y a la poseedora de ellas para seguir este camino. Con la aparición de la pornografía, la sexplotaition entró en franca decadencia. Algunos directores accedieron a los requerimientos del nuevo mercado, sólo unos pocos quedaron fieles al género. Curiosamente, unos pocos softcore films europeos fueron exitosos, títulos como EMMANUELLE o HISTORY OF O fueron bien recibidos por la calenturienta audiencia. Luego, con la aparición del video, las salas porno pasaron a transformarse en lugares de encuentros sexuales furtivos en donde el cine quedaba relegado a un segundo plano. El consumo de pornografía en pareja o grupos, en la privacidad del hogar, enterró al sexo explícito como espectáculo en salas cinematográficas.

BLACKSPLOTAITION FILMS: Las violentas revueltas raciales de los 70’s, el asesinato de Martin Luther King, los Black Panthers… fortalecieron el espíritu de la raza negra plantándose culturalmente con una identidad estética y expresiones propias. El cine volvió a tomar cartas en el asunto ante este notorio fenómeno: música, moda, vocablos, debías estar representados en la pantalla grande, requiriendo las necesidades de un público (ya no una minoría) que necesitaba identificarse con su entorno y fantasías. El cine tenía una cuenta pendiente con la raza negra, que, a través de los años había sido caricaturizada, ridiculizada y subestimada culturalmente. Merecían tener sus propios héroes y heroínas, monstruos y villanos. Así nace el blaksplotaition, uno de los subgéneros más fuertes de la década del 70. La trepidante acción de peleas y persecuciones, las contundentes y pegadizas bandas de sonido, con lo mejor del soul, esculturales y bellas mujeres y un vestuario único en Hollywood, eran tópicos difíciles de rechazar para cualquier amante de un completo entretenimiento cinematográfico. Títulos como SUPERFLY, SHAFT, BLACKULA, SUGAR HILL, BLACKESTEIN y CLEOPATRA JONES coparon los cines del Harlem y aledaños, haciendo que el KKK enrojeciera de odio bajo sus capuchas.

La lista de subgéneros no termina aquí, estos son los más básicos e introductorios para guiarnos en este laberíntico universo de intentar clasificar lo que, para algunos, resulta inclasificable (allá ellos con su ignorancia). Imprescindibles, y de vital importancia para cualquier explotaition fan, es sumar los siguientes títulos a los ya citados:

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WOMEN ON PRISION FILMS (WOPF), Películas sobre el sistema carcelario femenino, lesbianism, abuso de poder y corrupción. Drogas, sumisión y castigo y sexo interracial son algunos de los temas que aborda este subgénero. Títulos recomendables: CAGED, OLGAS GIRLS, HOUSE OF 1000 DOLLS, WANDA WICKED WORDEN, CHAINED HEAT, THE HOT BOX.

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MONDO FILM: Suerte de documentales reveladores sobre los aspectos más oscuros y bizarros de la naturaleza humana alrededor del mundo: rituales y costumbres de culturas primitivas, hábitos y depredación del mundo salvaje, prácticas sexuales inusuales, grupos ocultistas y esotéricos secretos, muerte en directo. Algunos títulos: MONDO CANE, MONDO INFAME, MONDO BALORDO (con Boris Karloff como narrador), ECCO, MONDO TOPLESS, MONDO ROCCO y las más recientes FACES OF DEAD.

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CANNIBAL FILMS: Los italianos, como ya lo habían hecho con el género del western, decidieron reinventar el de terror, eligiendo para ello su parte más explícita y extrema, el gore. Crearon así un estilo e industria propia. Se trataba de explotar por mil la sangre de sus inspiradoras norteamericanas. Para ello eligieron un subgénero que les pertenecía: el mondo, y lo llevaron a la ficción del falso documental, coqueteando a veces con el mito del snuff. De allí nacen los infames y vomitivos cannibal films, donde se da rienda suelta a todo el primitivismo y salvajismo de estas tribus, que se ven invadidas por desalmados hombres blancos, que sólo buscan humillarlos como objeto de exótico estudio. Para completar la carnicería desmedida (empalamientos, castraciones, trepanaciones de cráneo a fuerza de machete) la faena suele estar apoyada por zombies lobotomizados manejadas por algún científico demente oculto en la selva en plan mengelesco. Títulos de cabecera: CANNIBAL HOLOCAUST, MAKE EM DIE SLOWLY, DOCTOR BUTCHER ND, ANTROPOFAGHOUS.

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NAZIS CAMPS FILMS: Con cierto parentesco con los WOPF, las películas de campo de concentración nazi mezclan algo del softcore, sexo fetichista, torturas, experimentos genéticos y acción bélica de dudosa categoría. Todo este explosivo cóctail encierra un único cometido: el de mostrar la voluptuosa anatomía de la ninfómana protagonista de turno, junto a los inevitables desnudos de las reclusas, las revisaciones médicas ginecológicas, violaciones y vejaciones varias y mucha orgía con look nazi chic. El resultado bien lo vale. Títulos indispensables: LOVE CAMP SEVEN, ILSA SHE WOLF OS SS, BEAST IN HEAT, CONCENTRATION CAMP FOR GIRLS.

Me imagino que luego de este variado y pintoresco catálogo de psicotronia fílmica y explotación la pregunta obligada es y dónde se consumían tales engendros. Generalmente, por tratarse de films producidos por compañías independientes, bajísimo presupuesto e inclasificable contenido, estos films eran rechazados por las grandes salas y relegadas a circuitos de barrios marginalen, pueblos y drives ins. Se suponía que allí había un público con pocas luces, sin exigencias y de gustos retorcidos, que disfrutarían a sus anchas de estos espectáculos de poca monta. Las dobles funciones en continuado de estas películas generaron, sobre todo en las grandes urbes, una pasarela compuesta de freaks urbanos de toda calaña y especie: junkies, exhibicionistas, gays, homeless, seguramente algún que otro serial killer o simples solitarios que encontraron allí un oasis para elevar sus fantasías, cualquiera que éstas fuesen. La escena de Taxi Driver, en la que el protagonista invita a una joven, en su primera y útima cita, a ver un oscuro documental de sexo en una sala de la 42 como si nada, ya que era parte de su rutina habitual, retrata fielmente y a las claras el tipo de público que frecuentaba estos cines, entre otros. La modalidad del doble programa continuado llegó a nuestro país con el mismo espíritu que en su lugar de origen: películas del subgénero erótico, terror, artes marciales, que eran impresentables para exhibir en las salas de estrenos de la por aquel entonces impecable peatonal Lavalle, y eran derivadas a sórdidos sucuchos de calles aledañas o a cines de barrio en función trasnoche. Las salas céntricas de este estilo se denominaron, en la jerga urbana porteña, como “cine de valijeros”, por caracterizarse de un público compuesto, en su gran mayoría, por oficinistas, que a la hora del almuerzo se refugiaban allí para dormir una siesta y terminaban disfrutando de un acto sexual en la selva amazónica plagada de caníbales o una encamada lésbica en el medio de un campo de concentración nazi, para el caso, lo mismo daba. La valija sobre las rodillas servía como protector para así liberar tensiones, lejos de la mirada indiscreta del acomodador, quien acechaba desde la oscuridad, sorpresivamente, cuidando que no mancharan el tapizado de butacas y alfombra. A comienzos de los 80’s pude disfrutar allí de títulos inolvidables, como HOLOCAUSTO CANIBAL, LOS CUERPOS PRESENTAN VIOLENCIA CARNAL, LA CASA CERCANA AL CEMENTERIO, EL DESTRIPADOR DE NEW YORK, LAS PERVERSIONES DE LA GESTAPO, VIOLENCIA SE ESCRIBE CON SANGRE, CLASE 1984, REFORMATORIO DE MUJERES (con Wendy O. Williams) y un centenar más que da debida cuenta de cómo me rascaba las pelotas en aquel entonces. Pero valió la pena. Estas auténticas palizas cinéfilas maratónicas, denominadas GRINDHOUSE fueron homenajeadas por dos amigotes cómplices y cinéfilos enfermos como lo son Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, responsables hoy de que este espíritu perdido se recupere nuevamente. De mi parte, aportaré mi humilde grano de arena en ello.